Texto original publicado en el Wall Street Journal, editado desde una entrevista realizada por Sara Clemence. Traducción libre de 100% Chic by Titina Penzini.
Hija de uno de los comerciantes de joyas neoyorquinos más importantes es también la esposa de uno de los joyeros mexicanos más prominentes. Se trata de Barbara Berger quien ha pasado gran parte de su vida rodeada de diamantes. No obstante, confiesa que las gemas no son sus mejores amigas.
Hija de uno de los comerciantes de joyas neoyorquinos más importantes es también la esposa de uno de los joyeros mexicanos más prominentes. Se trata de Barbara Berger quien ha pasado gran parte de su vida rodeada de diamantes. No obstante, confiesa que las gemas no son sus mejores amigas.
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Foto cortesía de Pablo Esteva |
Son los cristales, piezas esmaltadas, perlas y los metales
plateados, los que realmente hacen sucumbir a la Sra. Berger; cuya colección de
joyas será motivo de una exhibición en el Museo de Arte y Diseño (MAD) de la
Ciudad de Nueva York (Desde el 25 de junio al 22 de septiembre).
La colección
también dio lugar a un nuevo libro editado por el sello Assouline, titulado
“Joyería de Moda: La Colección Barbara Berger”.
Nació en Nueva York, pero vive en Ciudad de México, Berger
pasa al menos un tercio del año viajando por todo el mundo, acumulando piezas a
donde quiera que va. “Cuando viajo, mi primera parada es en el mercado”,
asegura. “Hay un mercado de pulgas en todas las ciudades del mundo”.
Su pasión por coleccionar joyas comenzó cuando era una niña
–aunque nunca pensó que tal acumulación de brillantes pudiera convertirse en
una colección.
Cuando tenía 13 años,
Berger compró un par de aretes “vintage” de Chanel – con perlas y cristales- en
un mercado de pulgas. “Fue, yo diría, un flechazo”, confiesa ahora con 70 años.
Los aretes probablemente costaron dos dólares, y junto a su mejor amiga Maxine,
pagaron por ellos y compartieron los derechos de uso.
Desde entonces la Señora Berger ha acumulado más de 4000
piezas fabricadas por más de 80 diseñadores incluyendo Trifari, Coco Chanel y
Miriam Haskell, producidas desde 1920 hasta la actualidad.
Para esta exposición en el MAD, se exhibirán 450 piezas
incluyendo un collar de la Maison Gripoix con cristales y plumas blancas; un
pin en forma de langosta de Iradj Moini cuyo cuerpo articulado está recubierto
con con piedras de color azul.
La señora Berger valora las piedras preciosas y los metales.
Sus dos joyeros favoritos son la creadora francesa Victoire de Castellane y
Joel Rosenthal. “En cuanto a la joyería uno está muy limitado”, explica. “Lo
más fabuloso, lo más extravagante, lo más barroco es la
joyería de moda”.
En varias conversaciones por teléfono desde su hogar en
México y en su habitación del Four Seasons de Nueva York, Berger compartió sus
fuentes, describió sus estrategias para empacar e incluso recordó cuando tuvo
la oportunidad de conocer a Karl Lagerfeld mientras llevaba su mochila a
cuestas en un viaje por Europa hace ya más de 15 años.
Mercados Globales
Los mejores mercados de pulgas son Paul Bert y Serpette en
París. Berger también asiste a varios espectáculos de antigüedades en Los
Angeles y Nueva York.
The Pier Antiques Show (Nueva York) es una mina de oro,
también disfruta del Manhattan Vintage Clothing Show. En México también hay
muchos mercados de antigüedades, con muchas piezas de Art Déco debido a que
durante este periodo muchas familias acomodadas viajaban a Europa y traían
consigo muchísimas piezas. Berger explica que no se trata de un asunto
meramente de dinero, se puede siempre salir de un mercado con alguna pieza que
te haga feliz sin haber pagado una fortuna. Todo es cuestión de tener paciencia
y saber buscar.
La escapada favorita
Tengo una casa en la playa, en la Costa Ceyeres de México.
Al igual que muchas de las casa de la zona, fue diseñada por un arquitecto
italiano llamado Gian Fraco Brignone. Me encontré hace 25 años con una
propiedad que no tenía electricidad, teléfono ni televisión. Ahora es un lugar
muy sofisticado, con un club internacional de polo y los “jóvenes guapos” que
juegan polo. Sin embargo, creo que aún sigue siendo un lugar muy espiritual,
muy femenino, muy libre. No hay necesidad de vestirse demasiado estando allí.
Viajando con un objetivo
He viajado por todo el mundo en búsqueda de una sola pieza.
Yo solía tomar un vuelo en “Icelandair” y paraba en Islandia para entrar a
Europa- algo que hacía todo el mundo cuando no quería gastar demasiado en
billetes de avión.
Cuando ocurrió el problema con Madoff en los Estados Unidos
me fui a Palm Beach, a las casas de empeño y compré no sólo joyería sino
también la colección de vestidos de noche más importante de los años 30’s que
nunca fue usada.
Chic Casual
Sé también lo que es ir de un lado a otro llevando una
mochila. Así fue como conocí a Karl Lagerfeld. Me encontraba en el Café de
Flore en París y él llegó con un grupo de personas. Casualmente llevaba conmigo
unas fotos referenciales de mi colección de joyería Chanel y pensé “si no me le
acerco a este hombre, no me lo volveré a encontrar más nunca”. Caminé hacia él
muy apenada, porque llevaba mi mochila y llevaba ropa muy “hippie”.
Él me dijo: “Dios mío, tengo que verte esta noche”. Y yo le
dije de la forma más estúpida: “Esta noche no puedo porque vuelo a Bélgica”. Él
respondió: “No importa, llama a este número y nos encontraremos nuevamente”.
Cuando nos reencontramos estuvimos hablando hasta las dos
de la mañana y él me dijo “que la colección sería exhibida en Paris”, él
organizó todo ese evento.
Pensar a futuro
Organizo muy bien mis viajes. Primero veo donde están los
mercados de pulgas. Luego visito los museos. No puedo pasar 24 horas en
mercados. Lo que hago es que visito un museo un día y mercado de pulgas al
siguiente.
¿Qué llevar?
Puedo viajar por una semana llevando solo una maleta de
rueditas e incluso lucir elegante para ocasiones especiales. Cuando voy a Nueva
York por cuatro días, llevo una increíble chaqueta vintage de Richard Tyler.
Llevo mis medias negras porque soy una persona de medias negras. Botas planas
de Roger Vivier, camisas de Olatz Schnabel, y algunos accesorios llamativos.
También llevo túnicas de Djellabas (Marruecos).
Para ir de compras me pongo el sweater Loro Piana de mi
marido y mis medias negras y voy a todas partes. Cuando compro no quiero que la
gente me vea.
Los mejores hoteles
Algunos de mis hoteles favoritos, son lugares en donde tengo
verdaderos recuerdos, como el Hotel Cala di Volpe en Sardinia. Hace muchos años
pasábamos temporadas en el Grand-Hôtel du Cap-Ferrat en Francia. En París compartimos
mucho en el Ritz. Casi lloré cuando me dijeron que lo cerrarían para remodelarlo.
En Nueva York siempre me quedo en el Four Seasons. Una vez estuve en un cuarto
tan agradable en el Seasons que no quería irme. Tenía una terraza enorme y
afuera caía la nieve. Yo sólo me sentaba y veía la ventana…
ENGLISH
Text originally published in the Wall Street Journal, previously edited from an interview made by Sara Clemence.
THE DAUGHTER OF a New York diamond dealer and the wife of
one of Mexico's most prominent fine jewelers, Barbara Berger has spent her life
surrounded by diamonds. But the gemstones don't rate as her best friend.
It's glass, enamel, imitation pearls and plated metal—or
rather, what designers have created with those humble materials—that really
dazzle Ms. Berger, whose jewelry collection is the subject of an exhibition at
the Museum of Arts and Design (MAD) in New York (June 25 to Sept. 22) and a new
book from Assouline, "Fashion Jewelry: The Collection of Barbara
Berger."
A New York native and resident of Mexico City, Ms. Berger
spends at least a third of the year globe-trotting, accumulating pieces as she
goes. "When I travel, my first stop is always the market," she said.
"There's a marché aux puces in every city in the world."
She has been collecting since she was a child—though she
didn't think of her jewelry trove as a collection for many years. At the age of
13, Ms. Berger purchased a pair of vintage Chanel earrings—faux pearls
surrounded by rhinestones—in a flea market. "It was, I would say, a coup
de coeur," said Ms. Berger, now 70. The earrings probably cost about $2;
she and her best friend, Maxine, shared the price tag and wearing rights.
In the years since, Ms. Berger has amassed more than 4,000
pieces by some 80 designers, including Trifari, Coco Chanel and Miriam Haskell,
produced from the 1920s to today. About 450 items—including a Maison Gripoix
necklace dripping with rhinestones and white feathers, and an oversize Iradj
Moini lobster pin, its articulated, silver-plated body studded with
cornflower-blue stones—will be on display at MAD.
Ms. Berger does appreciate precious stones and metals; her
two favorite haute jewelers are French designer Victoire de Castellane and
Paris-based Joel Rosenthal. "But in fine jewelry, you're limited,"
she said. "The most fabulous, extravagant, the very baroque is fashion
jewelry."
In a couple of lively telephone conversations from her home
in Mexico City and her room at the Four Seasons in New York, she shared her
favorite sources, described her packing strategies and recalled how she met
Karl Lagerfeld while wearing a backpack in Europe nearly 15 years ago.
On global markets
The best flea markets are Paul Bert and Serpette in Paris.
I go to a lot of antiques shows, especially in L.A. and New York. The Pier
Antiques Show [in New York] is a gold mine. And I love West 25th Street and the
Manhattan Vintage Clothing Show. There are miles of markets in Mexico City.
Great finds—a lot of Art Deco. That was a period when very wealthy people
traveled in Europe. There's not a market you can't walk out of with something
that's going to make you happy. And it doesn't have to be expensive. It's a
question of patience and searching.
On her favorite escape
I have a beach house in Costa Careyes, Mexico. [Italian
architect] Gian Franco Brignone designed many of the houses there. I found a
property 25 years ago, when there was no hot water or electricity, no telephone
and no television. Now it's developed into a very sophisticated place, with
international polo and the good-looking young men that play polo. But I think
it's still a very spiritual place, very feminine and very free. There's no
dressing up there.
On traveling with a target
I have traveled all over to get a piece. In the old days, I
would take Icelandair ICEAIR.RK -0.15% and stop in Iceland to get to
Europe—what everyone did when they didn't want to spend money. When they had
the Madoff problem in the States, I went to Palm Beach to the pawn shops. Yes,
I bought! Not only jewelry—I bought the most amazing collection of 1930s nightgowns
that had never been worn.
On casual chic
I know what it is to run around with a backpack. That's how
I met Karl Lagerfeld. I was in Café de Flore in Paris, and he came in with a
group of people. I happened to have with me some photos of my Chanel jewelry,
and I'm thinking, If I don't approach this man, I will never meet him again. I
walked up to him, really apologetic, because I'm there with my backpack and
dressed a little like a hippie. He said, "Oh my god, I have to see you
tonight." I said to him, stupidly, "I can't make it tonight because I
have to go to Belgium." He said, "Don't worry, call this number and
we'll get together another time." When we met, we talked until 2 in the
morning and he said, "This [collection] will be shown in Paris." He organized
the whole thing.
On thinking ahead
I really plan my trips. I first look into where the markets
are. Then I look into the museums. I can't spend 24 hours in the markets. I do
maybe one museum a day, one market.
On what to bring
I can go a week with a wheelie [suitcase]—and even get very
dressed up. When I go to New York for four or five days, I'll take a great
vintage jacket by Richard Tyler. I take my black tights because I'm a
black-tights person. Flat Roger Vivier boots. Olatz Schnabel has great shirts;
I take a couple of those. Some fashion pins. Djellabas [robes] from Morocco.
[For shopping] I wear my husband's sweater from Loro Piana and my black tights
and I run around. I don't want people to notice me.
On the best hotels
Some of my favorite hotels are places where I really have
memories, like Hotel Cala di Volpe in Sardinia. Many years ago we spent major
time at the Grand-Hôtel du Cap-Ferrat in France. In Paris the ultimate hotel
was the Ritz. I almost cried when they closed it down [for renovations]. In New
York, I stay at the Four Seasons. I once had a room there that was so wonderful
I almost didn't leave. I had an enormous terrace and it was snowing outside. I
just sat there and looked out the window.
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